martes, 26 de marzo de 2019

Migrantes lejanos


Cd. Victoria, Tam. Como mera referencia, la línea ecuatorial, cintura del planeta, cruza por la República Democrática del Congo, antiguo protectorado belga.
Lo cual significa que si sus pobladores pudieran llegar en línea recta al continente americano, tienen los mismos paralelos de Brasil, Surinam, Guyana.
¿Cómo hacen para llegar a Tamaulipas, tan lejos, tan al norte, con tan ancho mar de por medio?...
Al momento de teclear estas líneas, le pido a Google Maps que, de alguna manera, calcule la trayectoria entre la punta oriental de Brasil (Pernambuco, Aeropuerto Internacional de Recife) y la capital congoleña (el Aeropuerto Internacional de Kinshasa).
El robot responde a su manera: 22 horas con 30 minutos en avión. Le dejo al lector proyectar el resto, trasladarlo a kilómetros, no necesariamente por aire, imaginar la epopeya de estas familias, sus pobrezas y, también, sus miedos.
Sus razones para venir de tan lejos. Viajeros furtivos que no hablan inglés ni español, sino un francés que es herencia de su pasado colonial, salpicado de lenguas locales (más de 200) entre ellas kikongo, lingala, chiluba.
Cruzar al Atlántico, llegar a Brasil, Venezuela, Panamá, las mil y una rutas de Centroamérica, para entrar luego a territorio mexicano, desde Guatemala o Belice… ¿por Chetumal?... ¿San Cristóbal?
Cualquier medio es bueno, desde luego el barco, lanchones, pangas. Aunque también el tren, los autobuses, de aventón en vehículos particulares, no siempre de pasajeros, a menudo de carga donde viajan familias completas.
Y, por supuesto, las caminatas largas, que se vuelven traumáticas para la población vulnerable, ancianos, niños, mujeres embarazadas.

AJUSTANDO NÚMEROS
Al arranque de esta semana, el alcalde de Nuevo Laredo ENRIQUE RIVAS CUELLAR actualizó la información respecto a los refugiados africanos que hoy reciben albergue, alimentación y atención médica de autoridades locales.
Sumarían 84, más los que se añadan, efectivamente, del Congo pero también de su vecina república de Angola, excolonia portuguesa.
Países ambos devastados por el saqueo de las potencias europeas, víctimas crónicas de dictaduras, revoluciones y guerras tribales, que los convierten en expulsores regulares de población.
Cuestión de echarse un clavado en los reportes de prensa publicados por los portales del noreste y la prensa nacional, para dimensionar ese fenómeno que hasta hace poco tiempo transcurría en la penumbra.
Además del Congo y Angola, viajan también desde su vecino ecuatorial Camerún (del corazón de África los tres), sus colindantes al norte, Mali, y el oriente, Kenia.
La prensa nacional consignaba en octubre pasado un cálculo parcial, acaso incompleto, pero muy revelador. Tan solo en los últimos tres meses habrían sido contabilizados en Nuevo Laredo más de dos mil migrantes de la misma región centroafricana.
Con el añadido de que su presencia se está extendiendo a Nuevo León y Coahuila, hasta Piedras Negras y Ciudad Acuña. Se sabe de ellos en la otra punta de la línea fronteriza: Tijuana.
¿Qué los impulsa a venir de tan lejos?... Las respuestas son similares a las de cualquier bracero mexicano; escapan del hambre, el desempleo, la pobreza endémica, las enfermedades.
Y huyen también de los tambores de guerra, allá y acá, con distintas variantes pero el mismo miedo, en Camerún o Guerrero, Angola o Michoacán, Kenia o Tlaxcala. Unos y otros corren por sus vidas.

PROSPECTIVA, URGE
Interesante el desafío para las escuelas de idiomas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, cuyos intérpretes han sido llamados por las autoridades migratorias para entender, así sea en lo más básico, las urgencias de estos peregrinos.
Un derivado del portugués si fueran de Angola; algo parecido al francés los que vienen del Congo; cierta mezcla de francés e inglés quienes llegan de Camerún; suajili con inglés los kenianos.
Su aspecto es pacífico, vulnerable, a ratos triste, niños de mirada dulce, ojos como higos, redondos, oscuros.
Al igual que los centroamericanos, son sobrevivientes de todos los horrores que acechan en el camino. Entre otros, la mancuerna feroz entre delincuencia organizada y autoridades venales.
Llegar a Nuevo Laredo o Reynosa ya es un triunfo, en términos de supervivencia, para estos caminantes trasatlánticos que han realizado recorridos, comparables en distancia, a los de AMÉRICO VESPUCIO o VASCO DE GAMA.
Las autoridades tamaulipecas, la estatal y municipales, deberán tomar aprestos para los retos que van aparejados con esta nueva etapa del fenómeno migratorio. Prever, mirar a futuro.
Empezar por preguntarse qué porcentaje de estos viajeros africanos logrará cruzar la línea fronteriza y cuántos lograrán afincarse en la Unión Americana. ¿En la era TRUMP?, muy pocos.
Planteado a la inversa se entiende mejor: ¿cuántos no podrán cruzar, cuántos serán devueltos al cabo de unas semanas, meses, uno o dos años?
Y mida usted el problema para el gobierno de México. Si difícil es devolver a un hondureño o guatemalteco a sus localidades de origen, ¿habrá quien piense que ello sea posible con estos viajeros que dejaron atrás horrores y miserias al otro lado del mundo?
El fenómeno no tiene reversa. Al norte o al sur del río Bravo, todo indica que llegaron para quedarse.
En términos de seguridad nacional, cabe también ampliar la mirada para entender mejor el tamaño y complejidad de las organizaciones delictivas que trafican con migrantes, de un continente a otro.
Precisar a qué nos estamos enfrentando.